Hoy en día y desde diversas organizaciones se invierten grandes sumas en el desarrollo de bases de datos georeferenciadas y en Sistemas de Información Geográfica (GIS). Es previsible además que durante los próximos años se inviertan miles de millones más. Todo ello está sucediendo en un corto período de tiempo, ya que hace pocos años el GIS era una herramienta muy especializada sólo al alcance de pocas organizaciones y una curiosidad para el público en general.
Se pueden dar dos explicaciones a estos fenómenos:
La primera reside en el abaratamiento de los costes de los equipos informáticos, que cada día los hace más asequible para un mayor número de usuarios.
La segunda y de mayor importancia es que la geografía (y los datos que sirven para cuantificarla) forma ya parte de nuestro mundo cotidiano; la mayoría de las decisiones que tomamos diariamente están en relación con o influenciadas por un hecho geográfico. Los camiones de bomberos, por ejemplo, se envían a su destino a través de la ruta más corta posible, las aportaciones económicas de los gobiernos a los entes locales se basan frecuentemente en la distribución geográfica de la población, o las enfermedades se estudian gracias a la identificación de las áreas en donde se producen y de la velocidad a la que se expanden.